¿Debemos ser conscientes de nosotros mismos cuando jugamos al póquer?
¿Es más vital evitar que nos perciban como un pez o un idiota que simplemente hacer a veces lo nuestro? Vivir en un mundo superficial y preocupado por la imagen nos lleva a menudo a dar prioridad a las apariencias y a las percepciones de los demás, permitiendo a veces incluso que estas cosas nos definan. Esto se ha infiltrado en el póquer, impidiendo a muchos jugadores hacer ciertas jugadas porque no es el comportamiento aceptado; se nos critica como si careciéramos del derecho a utilizar nuestras propias fichas pagadas como queramos.
Si consideramos el limping como ejemplo, es casi un pecado de póquer “simplemente” igualar, como si estuviéramos perjudicando al resto de la mesa al no adherirnos a un guión escrito de antemano. El juego contemporáneo a menudo nos avergüenza de ciertas acciones por miedo a parecer tontos, permitiendo que la vergüenza potencial se infiltre en nuestro proceso de toma de decisiones. Esto es lamentable, especialmente en el póquer online, donde la gente puede volverse muy cohibida y no atreverse a cojear en una mano en contra de la teoría y las convenciones imperantes, ¡por miedo a hacer el ridículo en el chat!
Elpóquer en línea, donde se debería aprovechar el anonimato, utilizar alias tontos y jugar sin ser vistos (¡a veces incluso en ropa interior!), debería ser un refugio contra esas presiones. Sin embargo, cuando este escenario se traslada al juego en vivo, donde los jugadores están físicamente presentes con sus oponentes y son escrutados, la presión para conformarse se amplifica. Los jugadores inexpertos, en su primera visita a una sala de póquer real, a menudo no se atreven a apostar una ficha sin una mano de primera como prueba defensiva. Los que juegan tanto en lugares físicos como online deben notar cómo las jugadas especulativas que se intentan online no se soñarían en situaciones en vivo.
No obstante, el miedo no debe disuadirnos de hacer lo nuestro. Lo que piensen los demás de nuestros intentos de jugadas diversas no debería importar. Si subimos en el corte pre-flop con 72o, tener que mostrar nuestra mano da a los rivales la impresión equivocada de que no tenemos ni idea o que jugaremos cualquier mano, ¡fantástico! Este engaño puede ser ventajoso más adelante.
Aprender de las reglas de oro, directrices, probabilidades, estudios, adoptar estrategias, familiarizarse con el póquer de la Teoría del Juego Óptimo (GTO) y otras teorías avanzadas del metajuego es esencial. Pero éstas deben servir como recordatorios generales de juego, no constreñir nuestras capacidades de póquer. A veces, ir a contracorriente, hacer algo inusual, puede ser beneficioso, ya que sirve para desestabilizar a los oponentes y lanzar una llave inglesa metafórica a sus estrategias.
Estar dispuestos a pensar por nosotros mismos en lugar de ceñirnos estrictamente a las manos, los tiempos o las posiciones “correctas” es intrínsecamente valioso. Las directrices deben guiar nuestras acciones, no dictarlas. El póquer, en su complejidad, no puede reducirse simplemente a las cartas que tienen los jugadores y a sus posiciones relativas. Si fuera así, dominarlo implicaría simplemente comprender las probabilidades y los conceptos posicionales. Estos fundamentos deben respetarse y comprenderse, pero no hasta el punto de ahogar la creatividad o las excepciones cuando se consideren justificables. Mientras algunos se limitan a las restricciones convencionales y otros se aventuran conscientemente fuera de ellas, quizá el mejor enfoque sea preguntarse: “¿qué caja?”…